SIGUIENDO A LA FIERA SALVAJE. OPERACIÓN DE RESCATE

Y así me quedé, agazapado entre las hierbas, observándolo. Se iba moviendo con pasitos ligeros pero rápidos. Siguió su camino. ver estos animales salvajes por aquí es muy raro. Así que con un gesto, le hice entender a mi dueño que se estuviera muy quieto. Cualquier ruido podía delatar nuestra posición y el animal salvaje nos atacaría. Mi dueño asintió, y allí se quedó, muy quieto. Yo por el contrario, empecé a moverme con mucho sigilo. Para eso soy un osito fuerte y salvaje. Seguí a la fiera hasta un pequeño acantilado. Allí en una roca, había una pequeña hendidura que estaba llena de agua y el animal aprovechó para beber un poco.
Pero entonces es cuando me delaté. Se levantó una suave brisa, y tal como estaba, me olió mi perfume “rive gauche” de Yves Saint Laurent y claro, levantó la cabeza y me vio.
Sorprendentemente no me ataco, salió corriendo asustado. Es normal, yo se que por mi complexión grande y fuerte, mucha gente (y animales) quedan intimidados. La fiera salvaje se encaramó a un árbol.
Yo no quise asustarle más. Y a mucha distancia empecé a hablar con él. Le explique que no debía tener miedo. Que solo quería saludarle y preguntarle si estaba bien, pues no es muy normal encontrar un cachorro de oso panda por estas montañas. Poco a poco, el panda, dejó de tener miedo, pero me confesó que tenía un problema. Subir al árbol había sido fácil, pero ahora no sabía bajar de él.
En seguida me ofrecí para ayudarlo. Me acerqué al árbol, no era muy alto, pero como es un cachorro, es muy difícil para él.
De repente se oyó un ruido seco, la ramita donde estaba el panda se rompió y se precipitó hacia delante. Menos mal que soy rápido de reflejos, y aduras penas pune ponerme entre el suelo y el panda. De esta forma no se hizo daño. Al final nos acabamos riendo los dos.
Estuvimos charlando un rato. Luego me acordé que había dejado a mi dueño escondido y quieto unos metros más atrás, le avisé que ya podía salir, que todo estaba en orden. Y ya de paso le presenté a Pompeo.
Así es su nombre, el panda Pompeo. Es un cachorrín que vivía en una aldea lejana y un día salió a pasear y se perdió, empezó a andar y andar, pero cada vez era peor, se alejó tanto de su pueblo que ya no sabía volver. Y así ha estado perdido varios meses hasta que lo encontré.
Parte de su historia es similar a la mía, yo también vivía en una aldea lejana, pero yo no me perdí. Me sentía responsable de Pompeo. No podía permitir que siguiera vagando por los bosques solo. Así que puse mis caritas tiernas y le pedí a mi dueño si lo podía llevar a casa.
Total un osito más, no se notará. Y entre todos lo cuidaríamos. Al final puso la cara de “vale Travis, tu ganas”.
Y así es como acabo la excursión a "La Foradada" de Mont-ral y de como Pompeo ha empezado a ser parte de nuestras vidas.
Un hociquito y hasta mañana.

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